Hoy, recemos junto a la gran familia Ignaciana por nuestro compromiso cívico.
Dios misericordioso,
en tu corazón amoroso nos hiciste únicos a cada uno de nosotros.
Pero al ver que no era bueno que estuviéramos solos,
nos pusiste en comunidad.
Hiciste un propósito para cada uno de nosotros:
sírvanse sirviendo a la familia humana,
a su vez para protegernos y nutrirnos por ella.
Nos hiciste el Cuerpo de Cristo.
Nos enseñaste a nosotros, tus hijos, que estamos llamados a ser mujeres y hombres para los demás:
Para caminar con los excluidos.
Para salvaguardar la abundancia del mundo como nuestro hogar común.
Para llamar a los jóvenes a tener un espíritu de creatividad y encuentro, donde tu voz sea escuchada.
Y para mostrar a otros, en la forma en que caminamos, un camino hacia Dios.
Mientras reflexionamos sobre nuestro llamado
a ayudar a construir una sociedad justa y sostenible donde todo esto sea posible,
nos dirigimos humildemente a ti:
Bendice nuestros cuerpos con fuerza y determinación.
Llena nuestros corazones con la compasión de los santos.
Ordena nuestras mentes con sabiduría y visión.
Empodera nuestros espíritus con fe y verdad.
Emplea nuestras manos para establecer una base duradera que bendiga a las generaciones futuras.
Señor, tú que nos invitas a encontrarte en todas las cosas,
mientras colaboramos como un pueblo en la construcción de nuestra sociedad…
Ayúdanos a encontrarte allí. En nuestros principios y leyes,
Ayúdanos a encontrarte allí. En nuestras políticas y programas.
Ayúdanos a encontrarte allí. En nuestros tribunales y oficinas.
Ayúdanos a encontrarte allí. En nuestras calles y plazas.
Ayúdanos a encontrarte allí. En nuestros vecinos, especialmente en los marginados.
Ayúdanos a encontrarte allí.
Hacemos esta oración a través de Cristo, Nuestro Señor.
Amén.
EN TODO AMAR Y SERVIR
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