Dios todopoderoso y misericordioso,
dame la fortaleza de espíritu para decir mis pecados
y el coraje para sentir vergüenza por ellos.
Hazme sentir perplejo de que mis pecados
no me hayan destruido como a otros.
Enséñame a llorar por las heridas y daños
que pecaminosamente he infligido a los demás.
Por favor, Señor, yo quiero realmente vivir consciente
de cuánto he permitido a este terrible mal
enraizarse en mi ser y en el mundo de mi vida.
(Joseph Tetlow S.J., tomado de Corazones Ardientes: Orando con los Jesuitas)